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Un PortAmérica de dos días es un PortAmérica concentrado. Y en parte es bueno. Se reúne la esencia del festival en 48 horas frenéticas donde se pasean 20 cocineros, decenas de artistas de un lado y otro del Atlántico, se intensifica la magia de un festival que corre desde la 6 de la tarde durante 12 horas consecutivas y eso, aquellos que superamos la treintena, lo agradecemos. También, para qué negarlo, aquellos que nos tenemos que desplazar a un festival y no comienza en jueves.
El calor azotaba desde el mismo momento en el que nos bajamos del coche de alquiler, tras 550 kilómetros de carretera y manta. A las cinco de la tarde no eran 6 toros 6, pero 3 llamas 3 las que bajaron del VW Golf para recoger las acreditaciones y salir pitando hacia la ya mítica tapería del monte, que siempre nos da cobijo en estas fechas. La siesta se imponía y se diluía la posibilidad de escuchar a la persona que da nombre a la moneda de curso legal del festival, Amaro Ferreiro, así que para qué engañaros, no vamos ahora a inventarnos su crónica.
Sí podemos hablar, y muy bien, de Pony Bravo. Un rock andaluz canalla y fresco que evoca letras lisérgicas y de canción protesta, sólo posible en una noche de setas con un político neoliberal echando all-ins en el utópico Euro Vegas de Ignacio González y Esperanza Aguirre. Los más fieles de la banda aguantaron un calor propio de la mismísima Hispalis.
Sin apenas dar tiempo al siguiente show, Iván Ferreiro apareció en el espacio del Show Rocking, donde tuvimos a Roberto de PuntoMX ejerciendo de cicerone, mostrando las creaciones de los chefs, en primicia, a La Llama.
Izal no defraudó con un concierto directo a la mandíbula, sin compasión, enérgico y potente, donde sonaron canciones de ayer y hoy, sin olvidar ese gran álbum tan playero que están paseando este verano, Copacabana.
Con casi la luna llena arrasando el Porto do Molle, Amaral comenzó a tocar los acordes de el tercer corte de su último álbum, Nocturnal. Un repaso brillante a dilatada carrera de la banda aragonesa que no fue empañada por los diversos fallos de sonido que tuvo el escenario principal. La Llama extrañó ese concierto cercano a tres horas que nos regalaron Eva y Juan hace 3 años en Amsterdam, pero estamos en un festival claro.
El país de moda en este verano también tuvo mucho que tocar en este PortAmérica. Desde el Atlántico Norte se presentaban los islandeses de FM Belfast con una electrónica muy bailable, cantable y festiva. Llenaron el escenario y al público de muy buenas melodías que regaron con colorido y un muy esperado saludo de honor vikingo, emulando a la gesta de la selección nacional de fútbol.
Si hay una banda que nos identifica con nuestra primera borrachera, e incluso, con nuestro primer amago de festival cuando los noventa llegaban a su fin, en un edificio usado para las ferias – no las de primavera con manzanilla – en Jerez, esos son los mexicanos Molotov. Ha llovido desde su aclamado elepé Dónde jugarán las niñas (en clara referencia a sus compatriotas empalagosos de Maná), pero aquí están, rodeando peligrosamente los cuarenta, presentando sus rolas detrás de una GoPro que escondía parcialmente sus rostros. Esta vez sí, los fallos de sonido pudieron al conjunto mexicano que tuvieron que finalizar su show prematuramente.
No todo fue música en las 48 horas que pasamos en Rías Baixas. Como hicimos en la edición del 2015, volvimos a Baiona para tomar el ferry hacia las Cíes y disfrutar del Caribe Galego, con aguas alrededor de los 15 grados. Todo un shock térmico para darnos energías para la segunda jornada de nuestro festival fetiche.
Pero se ve que los años no pasan en balde. En el programa de La Llama estaba marcada con un gran círculo rojo el nombre de Myles Sanko, al que pudimos oír bajando el monte hacia Porto do Molle. Sí llegamos a la fabulosa actuación de Leiden, que no se trata de ninguna ciudad holandesa, sino de una radiante cantante cubana afincada en México.
Este año tuvimos la suerte de disfrutar de unas pinceladas de música celta en el Show Rocking, justo antes de la que podría ser la banda más joven en pisar los escenarios del festival gallego, los Furious Monkey House, que dejaron una buena impresión entre el respetable. Quizás, quien sabe, llegan a tener la carrera musical que iba a repasar un señor llamado Enrique en el escenario de en frente.
Porque cuando hablamos de Bunbury, hablamos de 30 años de carrera, hablamos de un artista que no deja a nadie indiferente y que dejó un directo como sólo él y los Santos Inocentes, saben hacer. Justo después, los irlandeses The Undertones, trayéndonos punk rock y new wave al valle, para dar paso a los que posiblemente se postulaban como cabeza de cartel: Love of Lesbian.
Había una gran expectación entre el público: el nuevo álbum, El Poeta Halley, ha gustado mucho tanto a la crítica como a los fans. Santi y su banda decidieron convertir su hora en un repaso quasi completo del disco, dejando un poco de espacio para su hit, para los fans, John Boy.
Y hasta aquí nuestra crónica del PortAmérica, un viaje entre tres llamas, rubricada por una visita a nuestra línea genealógica gallega por tierras orensanas. Esperamos que el año que viene no coincida con un festival al que no faltaremos, en nuestra tierra, Alrumbo. Y no vale con hacer doblete el mismo fin de semana 🙂
Ah… a lo que habéis venido… ¡las fotos!
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